24 mayo, 2013

Jefas

En ocasiones... soy mi jefa.

Al principio, los días que no estaban las jefas, me mandaban al otro edificio, a la oficina de Schoolspace, para tenerme supervisada, para que me buscaran allí alguna ocupación y para poder llamar por teléfono y comprobar que estaba y que estaba haciendo algo.

Cuando descubrieron mi habilidad para convertir presentaciones de power point en presentaciones de prezi me convertí en mi jefa. Empezaron dejándome sola algunas tardes, bromeando con que era mi propia jefa, y ahora paso jornadas enteras sola entre la gente del proyecto Launchpad, sin ver a nadie de mi empresa.

Esos días recibo uno o dos correos electrónicos, de una o dos de las jefas, en los que alaban mi trabajo, me recuerdan lo agradecidas y contentas que están con lo que hago, y me piden que haga una nueva cosa. Por alguna razón que desconozco, los correos de la jefa son lo único que entra en mi teléfono, aprovechando las wifis públicas, mientras camino por la calle.

Al llegar las cinco, o cuando mi encargo del día está, a mi perfeccionista juicio, rematado, escribo un email a las jefas mandándoles el enlace pertinente para que revisen mi trabajo y piensen los cambios necesarios.

Con las limitaciones propias de una jefa que no cobra y que no manda sobre nadie más que ella misma, una jefa que no decide sus vacaciones y solo a veces su hora de salida, soy mi jefa, y hoy me tomo la tarde libre.

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