Es más fácil hablar de lluvia desde un día de sol así que, como va a ser un tema inevitable, nos ocuparemos de las expectativas...
Lo primero es una declaración de principios: no me gusta que se me mojen las manos.
Cuando nació mi hijo tuvimos un otoño lluvioso seguido de un invierno extremadamente lluvioso (inundaciones incluidas). Cada día miraba al cielo, le ponía la burbuja de plástico al cochecito (que se convirtió en sillita) y... a la calle.
Dicen que en Dublín llueve, no sé si llueve mucho pero dicen que llueve muy seguido. Supongo que la lluvia en Dublín es el equivalente a la niebla en Monforte (pero más seguido) y que tiene los mismos efectos sobre la producción de endorfinas.
Así que... le daré la vuelta a la lluvia. Que llueva de abajo para arriba, que llueva de colores, que llueva dentro de los paraguas, que llueva seco y que salga el sol mojado, le buscaré el punto romántico, el lado poético, el manto de agua que envuelve la ciudad, saltar en los charcos, el arco iris inesperado... que llueva si quiere llover, no me voy a asustar.
Mientras no se me mojen las manos... no hay peligro.
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