07 marzo, 2013

Drogas

Basándome en el hecho, por todos conocido, de que cargar con un paraguas reduce significativamente las probabilidades de lluvia, he decidido cargar con un pequeño fondo de armario de drogas.

La primera vez que me quedé trabada con los brazos en alto, incapaz de moverme, tenía 12 años. Desde entonces he sobrevivido a muchos episodios parecidos.

Creo que fue a los 20 cuando un traumatólogo me despidió de su consulta con unas pastillitas marrones en la mano. Supongo que es la forma de hacer que alguien se "enganche" a una marca, porque sí. Lo cierto es que en los peores momentos esas pastillitas marrones me hacían efecto y no me planteé comprar otras.

No recuerdo la última vez que las tomé pero esta mañana he entrado en una farmacia y, tras elegir entre un abanico imcomprensible de concentraciones y formatos, he salido con mis pastillas marrones.

Entre las pastillas marrones, mi gel antiinflamatorio, un par de paracetamoles, un par de ibuprofenos y una caja de aspirinas... ¡malo será!

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