13 abril, 2013

Ducha

Darse una buena ducha, a partir de cierta edad, es un placer.

Para mí, y supongo que para casi todo el mundo, preadolescentes excluídos, una ducha es algo más que un procedimiento higiénico. Una buena ducha puede despertarte, reanimarte después de una jornada dura, hacerte entrar en calor, relajarte... una buena ducha resucita a un muerto.

En mi casa (en mi casa de Galicia) desde que reformamos el baño, a la hora adecuada y con la luz adecuada incluso me puedo duchar con gotas de arco iris y la ducha se convierte en una fiesta para los sentidos.

En mi casa dublinesa la ducha tiene muchas de esas ventajas (si consigo vencer el pánico de entrar en el minibaño congelado desnuda y pisar el plato congelado de la ducha descalza) pero no es una fiesta para los sentidos.

Mi ducha dublinesa tiene un sistema de calentador de agua/grifo adosado a la pared que hace mucho ruído, pero mucho. Y ese ruido perturbador dura hasta que cierras el paso de agua, es el equivalente en ducha al ruido de la campana extractora en la cocina, notas más el alivio de no escucharlo que la molestia de escucharlo.


Escuchar el ruido del agua cuando te duchas es un placer, vosotros que podeis (si podeis), disfrutadlo.



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