Dublín no es una ciudad bonita, no es una ciudad espectacular, ni una ciudad limpia, no es una ciudad dada a lo excesos. Lo que engancha de Dublín es la vida, la gente, la música, en la calle y en los pubs, los mercadillos, la cerveza.
Pero si hay algo que Dublín tiene en grandes cantidades es pintura, capas y capas de pintura que hacen que no llegue a parecer una ciudad más decrépita.
Dublín son puertas de colores, fachadas de colores, pintura en las puertas, pintura en las fachadas, bancos, farolas... por eso es raro el día en el que, tarde o temprano, no encuentras en tu camino un cartelito de "wet paint" (recien pintado).
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